domingo, 26 de septiembre de 2010

Camisetas

La noche de ayer me gustó mucho. Hubo (re)encuentro con Beck. Más tarde se incorporó Yul, a quien se echa de menos allá donde vayas y estés con quien estés. Por esto quizá, la noche fue in crescendo. Breve, pero intensa. Volvió la autoestima, perdida hace casi casi un mes. Había que venirse arriba de nuevo y qué mejor oportunidad que anoche para hacerlo evidente. En huertas volví a cerciorar mis gustos por las camisetas, cuanto más lavada, mucho mejor. Las prefiero sueltas, nunca pegadas al cuerpo. Y mucho menos, a los músculos. Estas me producen stress. Stress al pensar en el tiempo gastado en no cultivar el único músculo al que se debe venerar, el cerebro. Prefiero la camiseta de propaganda de discoteca, esa que te da por dos cubatas la chica imagen de la bebida del momento, aquella a cuyas letras le quedan lavado y medio para desaparecer por completo. Siempre por fuera del vaquero, y si es posible, ausente de sintonía con las zapatillas. Otra prenda que me vuelve loca. Las zapatillas transmiten comodidad, relajación, libertad. Los zapatos me recuerdan lo contrario. Pero, sin duda, lo que más me gusta es que a las camisetas y a las zapatillas de ellos, les entusiasmen mis tacones.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Tiempo

Mal de amores. Y no se cura fácilmente. No existen medicinas. Ni remedios. No se sabe cuándo pasará. Ni siquiera se sabe cuánto duele. Sólo el tiempo lo cura. Mucho tiempo. Porque cuanto mayor ha sido la grandeza de un amor, tanto más largo resulta el sufrimiento cuando éste se acaba. Es como en las matemáticas: se trata de magnitudes directamente proporcionales. Matemática sentimental.

Perdona si te llamo amor
Federico Moccia

Solo el tiempo lo cura, solo el tiempo lo cura, solo el tiempo lo cura, solo el tiempo lo cura, solo el tiempo... Mucho tiempo

domingo, 12 de septiembre de 2010

Vinitos

Anoche, entre vinitos y muy buena compañía, tuve la oportunidad de escuchar mi historia con el popero desde hace cuatro años. Una se siente diferente, sobre todo porque no la estas contando tú. Los papeles se intercambian: te conviertes en simple oyente de tu propia historia. La ves desde fuera, y lo que es mejor, observas las caras de los que como tú, escuchan. Recibes miradas, miradas de incomprensión. Y después, recibes las sentencias. Todas en contra. Ninguna a favor. Entonces, una vuelve a comprender que tiene que cambiar de actitud, empezando por cambiar de estrategia, por si fuera necesaria aplicarla.
Por lo demás, me concedieron el beneplácito de acudir a uno de mis lugares favoritos, en Gran Vía. Y esta vez hasta que cerraron. Y... no miré el móvil más que lo imprescindible. Ojalá me comporte igual durante la semana que viene.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Curso

Han vuelto las no llamadas. Han vuelto las esperas. Ha vuelto el silencio. Ni yo misma acabo de creerme que dos llamadas le hayan parecido suficientes para recapacitar y prefiera retirarse de nuevo. No me termino de acostumbrar. Será porque todavía no he sabido digerir el significado de este tímido acercamiento. O porque prefiero pensar que habrá una tercera en la que podré increparle mi guión. Eso me reconforta pero no me consuela. Además, me recuerda que no he pasado página, que ni siquiera he pasado párrafo. Ha vuelto a doler. Ha vuelto a cargarse los cimientos de mi (re)construcción. ¿Y ahora qué?
Ahora hay que buscar materiales más resistentes, a prueba de huracanes y tsunamis. Es la primera lección de este nuevo curso. Definitivamente, este es el curso que hay que aprobar, sin dejar ninguna materia para septiembre, por muy dura que parezca. No más (re)cuperaciones. No más (re)pescas. No más. Hay que pasar de curso y si es posible con nota. Porque al final es lo que cuenta, es lo que da el pase a la siguiente etapa de tu vida. Una etapa que debe ser superior a la anterior, a imagen y semejanza de la universitaria, en la que el alumno decide por sí mismo los ritmos y sobre todo los tiempos, dejando atrás el pasado académico donde otro los decidían por él.

domingo, 5 de septiembre de 2010

34

Me cuesta mucho pronunciarlo, por eso he optado por escribirlo. Es mi nueva edad, mi nuevo número hasta dentro de un año, Dios mediante... Ayer lo celebramos. En mi cabeza había dos celebraciones diferentes, una compartida y otra individual. La compartida, mi cumpleaños. La individual, la vuelta de alguien del que mi mente no ha sabido y a lo mejor no sabrá en la vida, desconectar. Ambas me han hecho vivir momentos de auténtica euforia, que a día de hoy necesito calmar. Para pensar con claridad, para organizar mis sentimientos, para alejarme de ellos, para enfriar el alma y guionizar mi futuro más inmediato. La euforia vivida me nubla el sentido práctico, me sumerge en un 'he vuelto a ganar', en un 'no puede vivir sin mi', en un 'quizá esta vez vuelva para quedarse'. Bah! Memeces! Es mentira. Es lo mismo de siempre y lo peor de todo es que he respondido con euforia. Ahora no valen lamentos, no sirven castigos, ahora hay que (re)armarse. Por si existe una nueva llamada, debo prepararme, saber lo que quiero transmitir, volver a mi lugar, del que seguramente nunca debí salir. Porque estamos hablando de mis sentimientos y al fin y al cabo, por supuesto, de mi vida.