viernes, 31 de diciembre de 2010

2011

A seis horas de inaugurar un nuevo año. A seis horas de dejar atrás doce meses con muy pocas alegrías y sí alguna que otra pena incuestionable. Concretamente, dos. Por esto, un año, francamente, para olvidar. En su último día, sí puedo afirmar que no fue precisamente un año 10. Por delante doce nuevos meses, cada uno de ellos con su propia interrogación, con su incógnita, con su duda. 365 días con varios deseos que cumplir, pero uno por encima de todos: que se parezca lo menos posible al acabará en breve.
Al año que se va le agradezco únicamente esta sensación de dulce despedida. Nunca antes había deseado tanto que comience uno nuevo.
Al 2011 me encomiendo, a seis horas de inaugurarlo. Comienza la cuenta atrás...

domingo, 19 de diciembre de 2010

MNS

Anoche descubrimos un sitio cuanto menos prometedor. Se trata de uno de esos lugares por los que pasas una y otra vez pero que no llegas a detenerte. Fue propuesta de Marty, y esta vez, muy acertada. Tanto que al cambiar de local y pese a que fuimos a uno de nuestros favoritos, nos arrepentimos de la decisión tomada, llegando a pensar que quizá hubieramos terminado la noche mejor si no hubieramos salido del MNS. Unas siglas que por poco se corresponden con las del famoso messenger (MSN). Quizá no solo fue casualidad la inversión de dichas letras, quizá hubo menos inversión y mucha más intención.
En cualquier caso, mereció la pena dar una segunda oportunidad a Marty, cuya decisión durante el último puente de conocer un nuevo lugar, nos hizo a Yul y a mi pensarnos si merecía subir nota. Y sí, sí la mereció. Y como subió nota, estamos dispuestas entonces a que sea ella la que finalmente decida que haremos en Nochevieja. No lo he dicho hasta este momento, pero nos encontramos a una semana de la Navidad y a dos de comenzar un más que deseado año nuevo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Retirada

Ha sido quizá mi profesión la que me ha llevado a sentir verdadera satisfacción cada vez que tras múltiples pesquisas averiguo lo que busco. Aunque por otro lado también me haya llevado, en ocasiones a sentir, verdadera frustación. Cuando rutinariamente persigues alguna información, como toda rutina de por medio, se transforma en un simple trámite. Y pasan los meses. Sin embargo, él trámite deja de serlo inmediatamente a la misma vez que saltan las alarmas. Cuando lo buscado y lo encontrado choca desafíadamente. Entonces lo encontrado cobra la importancia denegada hasta el momento en favor de la rutina.
Ante lo descubierto de esta manera, mi reacción siempre es la misma: retirada en combate. Al menos, por un tiempo. El suficiente para que se me olvide el vuelco de estómago con el que recibí la frustante novedad. Al menos, esta vez, hasta la primavera, estación en la que todo vuelve a florecer, incluso aquello que el crudo invierno pareció en primera instancia devorar, pero que más tarde dejó que fuera la propia naturaleza la que se encargara de su suerte.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Aplazamiento

Ayer le decía a Beck que no me gustan los parones. Que me preocupan. Que me dan miedo. Por mucho que frenes lentamente, la idea de estar parada mientras el tiempo pasa alrededor, hace que tema una vuelta al punto de partida, donde nada sucedía. Al igual que cuando decides salir a pasear y por culpa de algo ajeno, por ejemplo, la lluvia, debes cambiar de planes y buscar cobijo suele ser siempre lo más acertado. La lluvia pasará, pero tras ella el ambiente es diferente y te piensas muy mucho seguir caminando o por el contrario, volver a casa. Eso es lo que me preocupa: que el aspecto ajeno detenga el devenir normal de los paseos, de las relaciones, de la vida. Porque supone una vuelta de tuerca para sopesar si seguir caminando tras la lluvia en la misma dirección a la planteada al salir de casa, o por el contrario, desandar el camino, por si, entre otras cosas, volviera a llover. Me preocupa, la verdad. Me preocupa porque se tarda demasiado en encontrar un buen sendero, en hacerse con un buen equipamiento deportivo para evitar el dolor de las articulaciones debido a un mal paso, por todo eso, me preocupa siempre que paseo, que llueva. Y el jueves pasado llovió. Llovió justo cuando no tenía que hacerlo. Y entonces, no tuve más remedio que refugiarme de nuevo en mi casa. Y aquí es donde sigo, esperando que lo del jueves se cumpla tal y como me lo plantearon, simplemente como un aplazamiento.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Fuego

Ha sido una semana gélida. De ese frío intenso que cala hasta lo más profundo del ser. Día tras día. Noche tras noche. En medio de tanto hielo, un poco de fuego, un fuego que comenzó cinco días antes y que intermitentemente se fue avivando conforme pasaban las horas de estos congelados días. Como en todo fuego -controlado, por supuesto-, hay siempre un momento de máxima llamarada que vuelve en pocos segundos a su inicio, mucho más discreto, mucho menos fogoso.
En estos instantes, en los que ni siquiera conozco la consistencia de la fogata, me preocupa si volverá a arder como lo hizo en el momento de la llamarada. O si, por el contrario, tal y como suele sucederme últimamente, conforme pasen los días la llama se consuma hasta su desaparición completa, volviéndose a instalar el frío, ese frío intenso y congelador.
El tiempo, esta vez no el metereológico sino el que dicta las horas y los días, tendrá la respuesta. A él le encomiendo el cuidado del fuego, la vigilancia de su llama, el interés por mantener su calor. Si con todo, decide apagarlo, prometo pensar que será porque tarde o temprano terminaría quemándome.