Me doy cuenta de que estoy al límite cuando necesito reprogramarme. Lo llamo así porque se trata de probar de nuevo tanto mis aptitudes como mis actitudes. La última vez que lo hice fue el sábado pasado. El único problema fue que no calculé del todo bien los riesgos. Quizá me concentré demasiado en la obtención de resultados positivos. Me obsesioné y los riesgos comenzaron a tomar forma de peligro al día siguiente.
Casi inimaginable pero real. Ahora bien el presente, tal y como yo quería, cambió. Sin embargo, aún no está calculado el precio. Soy consciente no solo de que lo estoy pagando sino que además la cuenta será costosa de saldar.
A mes y medio de una desgracia de ese tamaño, cualquier cosa puede suceder. La reprogramación se puso en marcha el sábado pasado. Valorados los riesgos. Asumiré el precio a pagar. Ni más ni menos.
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