Ocurre que este mes siempre me ha traído más disgustos que alegrías. Ocurre que no me gustan los meses que durante el año se me hacen tan largos como este. Y me gustaría que en algún momento esta rutina se rompiera y de pronto noviembre me recordara todo lo contrario.
Hasta que ese momento llegue, no puedo hacer otra cosa que resignarme y contar los días que quedan para terminar los treinta correspondientes al penúltimo mes del año. Concretamente: once. Mañana estaremos en la cuenta atrás.
El mismo día en el que hace dos años unas letras digitales me devolvían a la realidad, a la cruda realidad. La rabia de pasar de nuevo por lo mismo me empujó a escribir cada una de las palabras con las que ponía punto y final a algo difícil de explicar aunque, por desgracia, insuperable de sentir.
A partir de ese momento, la oscuridad más absoluta. Meses después, la resilencia me ayudaría a resucitar y a seguir caminando hacia otros noviembres, iguales en su longitud pero diferentes en su espesor, para ¿bien?.
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