Es lo que he sentido en algunos momentos de esta semana. Como si unas manos gigantes atraparan mi cuello y me impidieran respirar. Unos días me pasaba al levantarme, otros a media tarde y otros, incluso al irme a dormir. La solución era siempre la misma: inspirar fuertemente desde el estómago, contar hasta cinco y eliminar el aire comprimido en los pulmones hacia el exterior. Ese mismo aire una vez fuera, servía de aliento indispensable para que aquellas manos imaginarias dejaran su tarea primordial y desaparecieran por lo menos, hasta el día siguiente. Y así, un día tras otro...
Y de tanto vivirlo, me he dado cuenta de que el ahogo llega mientras no llega lo que esperas y además, eres consciente de esa no llegada. Y además, eres consciente, de que pudiera prolongarse hasta el infinito. Porque en otras ocasiones ha pasado y por eso hay probabilidades de que vuelva a pasar. Y entonces... acabo... que llega el ahogo.
sábado, 23 de junio de 2012
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