Hay un sitio nuevo, al que solemos ir frecuentemente desde finales de verano. No está mal, siempre y cuando no haya demasiada gente, como anoche. Es un espacio esperanzador para mi. Donde me siento confortable porque los y las de mi alrededor son tan poco jóvenes como ya lo voy siendo yo.
Lo contrario, estar en un lugar donde los y las de mi alrededor son más jóvenes, mucho más jóvenes que yo, me agobia. No puedo controlarlo. Es como si algo se introdujera en mi cabeza sin mi permiso y me dijera en mi cara que todos y todas las de mi alrededor tendrán más oportunidades de las que a mi me quedan. Y eso me... asfixia.
Ante esa desazón, lo único que me permite volver a respirar es salir al día siguiente por un sitio como el de ayer... esperanzador.
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