El próximo viernes hará un año exacto que lo ví por última vez. Después, silencio. Silencio solamente roto en dos ocasiones, la última hace apenas dos meses. Entre medias, demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Y...
dolor. Por no conocer el porqué de su ausencia, de sus paréntesis con multitud de puntos suspensivos desde una llamada a otra. Pero sobre todo, dolor por su decisión de probar cualquier
cosa antes de seguir probándome a mi.
Definitivamente,
Noviembre me trae malos recuerdo

s. De ahí, la preocupación por su inminente comienzo. Hace un año que la
oscuridad volvía hacerse dueña de mi
alma mientras que la
angustia se convertía en mi desayuno y en mi cena. Entre medias, forzaba a mi
buen humor a acompañarme en aquellas, recuerdo muy bien, dificilísimas jornadas. Áquel mes de noviembre fue
triste, demasiado
triste. Tanto, que contagió sin querer evitarlo, a
diciembre, en el que la oscuridad no hizo otra cosa que atormentarme, sumiéndome en la crisis personal más fuerte que yo haya vivido hasta el momento. No podía imaginar cuanto camino oscuro quedaba por andar y cuanta angustia por soportar. No recuerdo el día que me levanté y decidí seguir hacia adelante. Sin embargo, que tierno se encuentra aún en mi memoria aquel cinco de noviembre en el que... se hizo la oscuridad.
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