No hay nada que envidie más que el equilibrio en la vida. El hecho de juzgar lo que vaya pasando de una manera equilibrada es para mi más que un reto. Con objetividad, sin apasionamiento. Como si miraras los hechos desde un cristal transparente, incoloro, insípido, insustancial. Es lo que es y se acepta como es.
Poco a poco y dependiendo de qué parte de mi vida analice, voy haciéndome con este método. Pero no consigo llevarlo a la práctica en todas las parcelas. Es más, justamente me olvido de utilizar esta herramienta cuando se trata de analizar o reflexionar aquello que tiene que ver con el corazón.
Ahí me puede la culpa, las sensaciones pesimistas, la incomprensión e incluso la incoherencia.
Pero nunca el equilibrio. Es por esto que al nuevo año le pido un tinte de equilibrio para toda mi vida, una ausencia de dramatismo, sobre todo en aquello a lo que el corazón se refiera. Equilibrio para asimilar sin dudar lo que vino, lo que está viviendo y sobre todo por lo que vendrá.
domingo, 16 de diciembre de 2012
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