Hacía muchos años que no iba al cine a la Gran Vía. Me encantó disfrutar de la experiencia de nuevo. Me trasladó a mi infancia, cuando no había más centro comercial que el de la Vaguada y era impensable ir al cine a un lugar diferente que no fuera el centro de Madrid.
Esta mañana caí en la cuenta de que en ese mismo lugar, en la fila para entrar a la sala para ver cualquier película, mi primer y más duradero novio me informó de que estabamos saliendo. Ahora recuerdo la conversación con una sonrisa de oreja a oreja. Ese día salí de mi casa pensando en quedar con un amigo para ir al cine y volví gritando a los cuatro vientos que con quien había quedado era con mi novio. Ahora, catorce años después, me cuesta hasta escribir la palabra.
Yo, como en un momento de la peli de ayer, digo que dicen... que no existen las casualidades... Quien sabe si la vuelta por esa calle tan importante en mi vida -y no solo por lo narrado anteriormente- significa algo más, a pesar de que en mi realidad, los míos nunca vuelven.... Quien sabe si este contratiempo sucede por esa maldita pared.
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