Anoche, hablando sobre la mentira y sus variedades parejílicas, llegué a la conclusión de que yo creo por defecto. Estoy programada de esa manera. Es más, considero, y así se lo hice ver a quien me acompañaba, que el problema era de quién mentía y nunca del que por la razón x creía por defecto.
Pienso también que para mentir hay que ser demasiado inteligente porque cuando el que miente es un mediocre, la historia se vislumbra en un abrir y cerrar de ojos, normalmente porque se vuelve contra uno más pronto que tarde. Y ahí caes al fango, desde donde, sin ayuda, se hace imposible salir.
Aún así, hay quien dice no mentir aunque obvia, dice no mentir aunque distorsiona, dice no mentir aunque no llega a decir del todo la verdad. Son aquellas personas que creen guardarse un as bajo la manga y lo único que guardan es su nulo sentido de la ética.
Sin más, prefiero creer por defecto y seguir con el que miente, de la manera que sea, por la línea de la discreción, aquella que siempre te asegura un lugar privilegiado en el banquillo del honor y la dignidad.
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