domingo, 6 de junio de 2010

Contrayentes

Todos los días de mi vida. Es la frase que más me impacta cada vez que la escucho cuando asisto a una boda. Todos los días de mi vida. No hay lugar para la excepción ni mucho menos para el arrepentimiento. Son todos los días de mi vida. Es el compromiso vitalicio de la exclusividad de ti para la otra persona y de esa persona para ti. No hay excusas, no hay un "hoy no me apetece seguirte el rollo" porque hoy es uno de esos días de mi vida. No es una frase común, es una auténtica sentencia, eso sí, en vida. Además, es reflexiva porque te la dictas a ti mismo(a). Para corroborarlo están un puñado de testigos que siguen al detalle cada una de tus palabras y se emocionan, aunque haya alguno (en este caso alguna) un tanto díscolo(a), que se pregunta al día siguiente si de verdad tienen que ser obligatoriamente todos los días de tu vida, y lo que es peor, si existe alguien que lo cumpla, si no hay un solo día de tu vida en el que dudas de haber tomado la decisión correcta, si no hay un solo día en el que te imagines con otro(a), e incluso solo(a). No puede haberlo. Es una sentencia. Es algo así como una cadena perpetua, ratificada por un sacerdote. Y que debe ser cumplida por los reos, perdón, los contrayentes.

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