sábado, 11 de diciembre de 2010

Aplazamiento

Ayer le decía a Beck que no me gustan los parones. Que me preocupan. Que me dan miedo. Por mucho que frenes lentamente, la idea de estar parada mientras el tiempo pasa alrededor, hace que tema una vuelta al punto de partida, donde nada sucedía. Al igual que cuando decides salir a pasear y por culpa de algo ajeno, por ejemplo, la lluvia, debes cambiar de planes y buscar cobijo suele ser siempre lo más acertado. La lluvia pasará, pero tras ella el ambiente es diferente y te piensas muy mucho seguir caminando o por el contrario, volver a casa. Eso es lo que me preocupa: que el aspecto ajeno detenga el devenir normal de los paseos, de las relaciones, de la vida. Porque supone una vuelta de tuerca para sopesar si seguir caminando tras la lluvia en la misma dirección a la planteada al salir de casa, o por el contrario, desandar el camino, por si, entre otras cosas, volviera a llover. Me preocupa, la verdad. Me preocupa porque se tarda demasiado en encontrar un buen sendero, en hacerse con un buen equipamiento deportivo para evitar el dolor de las articulaciones debido a un mal paso, por todo eso, me preocupa siempre que paseo, que llueva. Y el jueves pasado llovió. Llovió justo cuando no tenía que hacerlo. Y entonces, no tuve más remedio que refugiarme de nuevo en mi casa. Y aquí es donde sigo, esperando que lo del jueves se cumpla tal y como me lo plantearon, simplemente como un aplazamiento.

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