domingo, 4 de septiembre de 2011

35

El final del verano siempre culmina con la celebración de mi cumple. Esta vez en viernes en lugar del tradicional sábado. Un año más o un año menos, según se mire.
En esta ocasión, me gusta la cifra, redonda e impar, casi no puedo pedir más. A lo mejor sí, a lo mejor como ha sido mi cumpleaños tengo derecho a solicitar algún que otro deseo. Debería cumplirse, porque incluso he cerrado los ojos y lo he pedido con todas mis fuerzas. Prometo contarlo si así sucede.
Mientras tanto habrá que hacerse a la idea del nuevo dígito, del año venidero, de las oportunidades que llegarán y las que aprovecharé, de los disgustos o malostragos que no me quedará más remedio que asumir, de lo que me dejará indiferente y de aquello que me marcará de por vida. Pero todo eso, ya llegará. Ahora tengo el buen sabor de boca de mi 35 celebración, un estupendísimo encuentro con las mías, las de siempre, las que más me conocen y sobre todo, más me aguantan. Estuvieron todas, una de ellas, por teléfono, pero estuvo. Firmo por otros 35 cumples idénticos.

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