Mientras tomabamos una cerveza, al inicio de la noche, Beck me informó de la opinión que su chico tenía de mi. Por lo visto, le caía bien, exactamente... le parecía una tía maja. Lo peor vino después, Beck añadió que en un principio su chico consideró que yo era una estirada. Y que por supuesto, se había equivocado, lo había comprobado el viernes anterior al compartir conmigo una conversación medianamente adulta.
Desde dicho apunte, no he dejado de pensar en que quizá sea esa la tara que me tiene tan obsesionada últimamente: no puede ser que todos sean malos y que yo sea una humilde sufridora. Demasiado drama para alguién tan sumamente realista. Imposible. Algo hay en mí que avoca al rechazo, al ya te he conocido lo suficiente, ya no te llamo más, ya no te escribo más, ya no te quiero más.
Realmente no estoy demasiado preocupada, no me parece ningún calvario parecer estirada, de hecho ni siquiera quién dió esa opinión a mi amiga, creo que sepa la mia sobre él. Mi respuesta a Beck: 'es lógico, mucha gente me ha dicho lo mismo'. Fin de la conversación.
Mañana es 1 de junio, fecha en la que espero una llamada, que a día de hoy veo muy difícil que se realice. Demasiado tiempo sin noticias. No importa, si no me llama, menos lo haré yo. Para el resto del universo, no me importará. Para el mío, para mi universo personal, será un nuevo golpe bajo.
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