Al mismo tiempo que cruzaba la puerta de mi casa, por fin rompí a llorar. La emoción contenida durante horas, explotó en forma de lágrimas cuando todo acabó. El sábado se casaba mi única hermana. Acabo de hablar con ella y aunque no deja de mantener el mismo vínculo sanguíneo conmigo que el viernes, hoy es una mujer casada. Todo fue como esperábamos: la familia nos acompañó desde primera hora de la mañana y no dejó de hacerlo hasta el amanecer del domingo; los novios dejaron de serlo para convertirse en marido y mujer; en pleno octubre el verano pareció que instalarse y por todo el día… tuvimos sol y calor.
Y ahora… pues la vida sigue… para ellos y menos mal que también para el resto.
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