domingo, 3 de octubre de 2010

(Auto)control

Había una vez una persona que creía poder (auto)controlarlo todo. Era una persona que protegía lo que sentía en todo momento. A la que era difícil de consolar, pero a quien todo el mundo acudía a consolarse. Defendía el silencio como el arma más encomiable y la dignidad como la seña de identidad del ser humano. Sin ella, todo está perdido. Consideraba la lealtad su fiel compañera y el respeto, el marido deseable. La mezcla de ambos ingredientes, podía ser su cena favorita.
Una vez, quiso comprobar hasta donde llegaba su supuesto (auto)control, queriendo llegar más allá de lo que en un inicio se le notificó. Quiso poner a prueba su intuición, como siempre, con paciencia y tiempo, sin prisa, como los buenos guisos, a fuego lento. Y averiguó lo que quería... Y quiso saber más... Y ... en este justo momento se encuentra... en el que la curiosidad lucha con el (auto)control, día sí y día también. Mientras tanto, la lealtad y el respeto la consuelan.

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