sábado, 16 de octubre de 2010

Regreso II

Un nuevo regreso tras una nueva desaparición. Y como la otra vez, por necesidad. Necesidad de entender por qué alguien decide empezar a morir despacio, pero sin pausa. Falleció para que ella dejara de esperarlo. Bien sabía él lo mucho que cuesta esperar a quien se ha ido sin quererlo. Él lo practicó durante doce años. La esperaba en casa mientras a ella la recuperaban en el hospital. Miles de parches para ella y un millón de suspiros para él. Juntos podían con todo. Sin ella, sin embargo, se rindió. Antes, prefirió dar descanso a su memoria e instalarse en un mundo imaginario en el que estaba acompañado por quienes hace tanto tiempo lo dejaron en este mundo, huérfano. Y cómo no, en este segundo mundo, estaba también ella, pero solo a ratos. Por eso, decidió marchar. Sabía como hacerlo. Desde otro lugar, aquel en el que todos terminaremos algún día, ella le tendió la mano, el pasado 5 de octubre. Otra vez. Una última vez. De nuevo, juntos. En tan solo un mes, celebrarán 60 años de feliz matrimonio. En esta ocasión, tendrán otros invitados que se lo merecen tanto como los que nos hemos quedado aquí, echándolos de menos, aun sabiendo que cumplieron con su propósito de no esperarse el uno al otro más allá de lo estrictamente necesario. A partir de ese momento, el más fuerte acudiría para llevarse con él al más débil. Así sea. Así fue.

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