sábado, 20 de agosto de 2011

Madrid

Esta semana ha sido la semana paréntesis. El lunes quiero volver a estar tumbada al sol, vuelta y vuelta, esta vez toca compartirlo con la family.
Entre los dos iconos que abren y cierran el paréntesis común, tan solo una palabra: cura. Y no me refiero, que podría, a la cantidad de sacerdotes que se encuentran estos días en Madrid, debido a la visita del Papa a la capital de España, sino a la cura de mi uña del pie. Lo único malo de mis vacaciones al extranjero fue la rebelión de una de las maletas por no querer abandonar Grecia. Acabó luchando con mi dedo gordo del pie izquierdo. Daños colaterales: amputación de su uña. Siete días despues de mi pseudo visita al quirófano, me he dado cuenta de lo necesario que resulta ser la extirpación de todo aquello que por uno u otro motivo, malcrece y por ende, malvive con el resto de tu cuerpo. A partir de ese momento, mi dedo se ha sentido liberado, es verdad que ha necesitado convivir con el dolor de la ausencia y con la angustia de la cicatriz, pero se siente liberado. Y lo demuestra curándose a marchas forzadas y demostrando que tal y como le pasa a su dueña sobrevivir a extirpaciones varias es el mejor de los caminos para madurar, con dolor, con angustia, necesarias, eso si, para cicatrizar y preparar al fin y al cabo la piel para el nacimiento de una nueva experiencia.

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