sábado, 20 de agosto de 2011

Santorini

Sin lugar a dudas, lo mejor de Santorini fue ser testigo de su puesta de sol. Observar como despierta el astro rey desde la arena de la playa con la banda sonora de las olas del mar, es .... amazing.
La última noche en la isla más romántica del Mediterráneo no podía haber sido mejor.
Apenas nos alojamos una noche en el hotel más blanco que he conocido nunca. La otra, me refiero a la otra noche, la estiré cuanto pude, casi tanto como me gustaría estirar este mes de agosto. Algo en mi me decía que era la noche correcta para vivirla instante a instante, sin perderme nada de quien me sugirió no marcharme de Santorini sin ver su puesta de sol. Ese es el turismo que me gusta en verano, aquel que me recomienda quien reside en el lugar, al que incluso me acompaña, aunque haya que esperar al amanecer. Porque ese turismo es el que no se olvida, el que se recuerda de por vida, sin que haga falta una imagen digital para describir el momento vivido. Porque se encuentra en el cerebro, a modo de fotograma, incrustado en la mente, y es que seguramente quedará como el mejor momento del verano. A la mañana siguiente, un nuevo ferry nos trasladó al lugar en el que acabaría nuestro viaje anual: Atenas. A duras penas, me encontraba de nuevo en la capital de Grecia, tocada, mental y físicamente. The end

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