sábado, 9 de enero de 2010

Cruel

"Te llamo para felicitarte el año nuevo, a pesar del mail tan sumamente cruel que me enviaste". Buahhhhhhh. A-lu-ci-né. El jueves, antes de mi clase de inglés, el popero volvió a la carga. Sin conocer el número desde el que llamaba, descolgué sin ningún tipo de presentimiento. Como es la vida: cuánto más tienes pensada tu reacción, peor te sale. No hubo quién me hiciera pulsar la tecla roja. De repente, mi mano parecía pegada al móvil y este a mi oreja posiblemente, con loctite. Escuché enfadada y reprendí otra vez cruelmente: "Lo peor del mail, no es lo que dice, sino que desde la primera a la última palabra, sigo sintiendo lo mismo". Su explicación poco más que a la fuerza y detrás de mi 'no entiendo tu desaparición': "Mis problemas llegaron a aumentar de una forma preocupante y no quería hacer daño a nadie (interpreto que nadie en este contexto soy yo), por eso me metí en mi burbuja, ahora que estoy mejor, he decidido llamarte". Como dice mi amiga Beck... 'Hala venga vamos....' Mi rabia aumentaba a la misma velocidad que disminuía mi verborrea. Recuerdo que muy seria le dije que a mi se me podía explicar todo, que sabía entender todo y que su comportamiento había hecho que me pareciera un auténtico fraude. Que era autodestructivo consigo mismo y destructivo con lo que tenía a su alrededor. Poco más... un hasta luego cerró una conversación con mucha desilusión y poca convicción. Un hasta luego que dudo sea literal.

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