domingo, 5 de septiembre de 2010

34

Me cuesta mucho pronunciarlo, por eso he optado por escribirlo. Es mi nueva edad, mi nuevo número hasta dentro de un año, Dios mediante... Ayer lo celebramos. En mi cabeza había dos celebraciones diferentes, una compartida y otra individual. La compartida, mi cumpleaños. La individual, la vuelta de alguien del que mi mente no ha sabido y a lo mejor no sabrá en la vida, desconectar. Ambas me han hecho vivir momentos de auténtica euforia, que a día de hoy necesito calmar. Para pensar con claridad, para organizar mis sentimientos, para alejarme de ellos, para enfriar el alma y guionizar mi futuro más inmediato. La euforia vivida me nubla el sentido práctico, me sumerge en un 'he vuelto a ganar', en un 'no puede vivir sin mi', en un 'quizá esta vez vuelva para quedarse'. Bah! Memeces! Es mentira. Es lo mismo de siempre y lo peor de todo es que he respondido con euforia. Ahora no valen lamentos, no sirven castigos, ahora hay que (re)armarse. Por si existe una nueva llamada, debo prepararme, saber lo que quiero transmitir, volver a mi lugar, del que seguramente nunca debí salir. Porque estamos hablando de mis sentimientos y al fin y al cabo, por supuesto, de mi vida.

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