sábado, 26 de marzo de 2011

Marzo

Este mes me ha pesado. No ha sido demasiado duro pero sí que ha sido pesado. Cada semana ha supuesto una carga a llevar, por lo menos hasta la siguiente. Y así han pasado los días. Jornadas con cierta irrelevancia y algo tristes. De nuevo, como si la metereología acompañara mi vida y en estos momentos se encontrara en el mismo preciso punto en el que se encuentra la primavera: sin tener prisa por estallar. Secuestrada por un invierno tedioso, sin ningún interés porque se manifieste en todo su esplendor. Retenida, porque no hay otra opción. Y es que, en este marzo, los días de sol quedaron en simples amagos de primavera, en los que la probable despedida del abrigo queda en eso, en mera ilusión. Y después... no solo con el abrigo basta, pues el secuestrador aparece más fuerte que nunca. Y entonces... te das cuenta que vuelves a necesitar la bufanda y que aquellos rayos de sol que te hicieron sonreír, todavía no serán duraderos. Porque esta es una primavera perezosa, que solo reconocemos aquellos que tanta necesidad tenemos de ella. Tras varios otoños tristes y algunos inviernos gélidos, la estamos esperando, pues sabemos que aunque tarde, siempre llega.

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