sábado, 4 de julio de 2009

Hippie

Me encanta pasar la tarde y primera hora de la noche de los domingos en Latina. Su gente, sus terrazas, sus garitos. Genial. No creo que haya otro sitio en nuestro país que refleje más buen rollo que este barrio.
Mientras Nita, Yul y yo esperabamos a que llegara Nemi y Beck en una terracita, vimos pasar algunos famosos y es que incluso ellos, se sienten cómodos en este entorno.
Cuando decidimos cambiar de lugar, en la plaza contigua, un grupo rastafari animaba a los transeúntes. Por enésima vez, me enamoré de un pintas: la camiseta amarilla destacaba el moreno de su piel, conseguido a fuerza de pasar horas y horas en la calle batiendo palmas y fumando porros; el pelo recogido en un moño alto dejaba al descubierto unas facciones perfectas. Todo él, hippie de principio a fin, de vocación y profesión.
Sigo respondiendo a quién me pregunta qué es lo que veo en los hippies, arrastrados y desaliñados para enamorarme al instante. Me fascina su forma tan diferente de pasar por este mundo. La poca importancia que conceden a lo material y la mucha a la felicidad. Es quizá otra de mis frustraciones: comulgar con sus ideas pero no ser capaz de practicarlas. Entonces, no me queda otra que... enamorarme al instante.

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