Mi tercera cita con el tipo de los rizos el domingo pasado, fue quizá la mejor. Más adaptada a las circunstancias y a su forma de hablar y caminar, me sentí más cómoda que en las dos ocasiones anteriores.
Lo que ha venido después, me refiero a la semana, ha sido peor. Bueno, lo de siempre, bajar hasta acabar en el hoyo, en el que creo que caí ayer. Tras una semana muy dura de trabajo, llegaba a casa tremendamente sensible. Sensible porque las cosas no me salen cuando ni como yo quiero que salgan, sensible por la existencia de aspectos de mi vida de los que huyo pero que desgraciadamente me atrapan, sensible porque como siempre, lo que parece que va por buen camino, acaba por estropearse sin ni siquiera contar con mi opinión, sensible porque solo me apetecía dormir y olvidar qué, cómo y quién soy. Y así lo hice. Terminé la semana laboral, uniendo la siesta de por la tarde con la noche del viernes.
Esta mañana, a pesar de la dormida, nada parecía diferente. Sola, he salido a llenarme de la luz del sol. He vuelto con algunas compras y con menos dinero en la cuenta corriente. Algunas llamadas me han hecho recapacitar que hoy, a pesar de todo, es sábado.
sábado, 11 de julio de 2009
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