Ayer pude comprobar que en ocasiones, el pasado vuelve. Ayer se me concedió el deseo de volver a verlo, después de tres años de añorar su presencia. Fascinante. Fue, de verdad, fascinante. Cuando lo esperaba, cuando compartimos sitio en la cervecería de Arturo Soria, cuando volvimos al coche, cuando lo dejé próximo a su casa. Fascinante.
No paro de recordarlo. Charlamos sobre el pasado, pero mucho más sobre el presente. Fui la que fui hace tres años, en mi primera etapa con él: controlé la situación, a veces, haste puntos desquiciantes. Por eso, no sé qué pasará mañana, ni mucho menos, más allá de mañana. Si sé lo que me gustaría que pasara, pero está tan íncreiblemente tatuado en mi cerebro que soy incapaz de vomitarlo. Todo, a su debido tiempo.
sábado, 26 de septiembre de 2009
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