domingo, 27 de diciembre de 2009

Kioskero

No conozco su nombre ni él el mío. Nuestra conversación habitual se reduce a no más de dos frases y su contexto temporal es el fin de semana. Tan solo una vez se prolongó algo más y fue seguramente porque se moría de curiosidad:
Me preguntó -" Oye, ¿Por qué compras cada día un periódico distinto?"
Le respondí sonriendo -"Porque tengo una asignatura pendiente en mi vida y es la fidelidad".
También sonriendo, él continuó: -"No lo creo, porque llevas dos años viniendo a este kiosko todos los fines de semana".
Concluí: -"Ya. Lo que no sabes es a dónde voy el resto de los días".
Después, todo ha vuelto a ser normal... Como si fuera una máquina expendedora, mi kioskero favorito, me comunica el precio y me completa el diario de turno con los suplementos adicionales. Nada de romántico tiene de por sí un encuentro tan aséptico como el que llevamos desarrollando, él dentro y yo fuera, de su diminuto espacio laboral ya casi dos años. Sin embargo, me he acostumbrado a tenerlo frente a mi casa, a observar cómo coloca la prensa del día y de qué manera tan rutinaria espera venderla a sus clientes habituales. Y me ilusiono... pensando que me echará de menos cuando por cualquier circunstancia ajena a mis intenciones, no lo visite.

P.D. Sin querer, sin prácticamente enterarme, esta es la entrada 50. El último post del año se corresponde con esta mitad del todo. Habrá que celebrarlo, no?

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