domingo, 20 de diciembre de 2009
Nemi
Mientras Yul y yo esperábamos a Marty para ir al sitio dónde si las paredes hablasen, me llamó Nemi. Estaba sonriendo y se la notaba. Me encanta cuando puedo escuchar a través del teléfono su sonrisa porque significa que por un momento, pierde de vista a la amiga con la que convive desde hace tiempo y que a todos nos visita de vez en cuando: la tristeza. Su pecado coincide con el mío: querer a quién se niega a quererte. Este es un error que compartimos las dos desde hace más de cuatro años. Los errores por su tosquedad atragantan, se quedan entre pecho y espalda y revientan una y otra vez cuando menos lo esperas pero más lo necesitas. Al no ser digeridos, los vomitas en forma de lágrimas y es entonces cuando dejas entreabierta la puerta del alma y se cuela la amiga de la que antes hablé. Ambas no entramos en los cánones propuestos por lo tradicional y somos más de aquello que tan bien relata Sabina en su Contigo. Por esto, yo a Nemi la digo que este tipo de producto que tanto nos vuelve locas siempre lleva un impuesto en la solapa y que irremediablemente hay que pagar. Yo estoy más que segura que Nemi saldrá de esto, que no se la tiene que olvidar cuánto dice con sus ojos, cuánto habla con su ternura y cuánto es capaz de entregar cuando quiere de verdad. A veces, Nemi, simplemente es cuestión de cambiar una letra en una palabra, como la que también señala Sabina en su Embustera: la (m)uerte es solo la (s)uerte con una letra cambiada. Así de fácil.
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